Los factores de la eficiencia

Quizás resulte difícil darse cuenta cuánto influyen los factores de la eficiencia (aspectos técnico-táctico-mentales) en el rendimiento final en cualquier escalada. Hay elementos que se pueden apreciar fácilmente desde fuera y de forma bastante rigurosa con una simple filmación de video, como ya hicieron Binney y Cochrane. (2003), quienes encontraron por este medio en 72 escaladores de alto nivel analizados en 4 competiciones de dificultad (2 nacionales en Inglaterra y 2 internacionales) una alta correlación negativa (r = -0,75) entre la longitud de la trayectoria del centro de masas y el rendimiento alcanzado en la competición, hecho que podría estar relacionado con la eficiencia de la escalada (por la realización de una menor cantidad de gestos innecesarios, etc…).
Colocación del centro de masas muy próxima a la base de
sustentación. Foto Darío Rodríguez (Desnivel)
Quaine y col. (1997, 1999) observaron en varios estudios en el campo de la biomecánica que la posición que se adopta libremente en la pared suele ser la más eficiente, pero que ésta aún lo es más cuando se ubica el centro de masas a la menor distancia posible de la pared (o de la base de sustentación, más bien); una mayor habilidad para optimizar el control de la postura deriva, por tanto, en la realización de menores fuerzas de agarre y un mayor rendimiento, como observaron Bertuzzi y col. (2012) en la validación de un test específico para escalada llamado fit-climbing test.

Pero no sólo los elementos técnicos inciden en la expresión de un mejor rendimiento, así, también encontramos estudios que tratan de observar cómo la ansiedad pre-escalada puede afectar al rendimiento (Hardy y col., 2007, Hodgson y col., 2009), o si escalar de primero repercute de alguna forma en la expresión de un mayor esfuerzo (Draper y col., 2008, 2010; Hodgson y col., 2009), en un intento de explicar cómo el miedo a caer puede hacer que se realice un mayor esfuerzo y esto, a su vez, desemboque en una lógica peor eficiencia, algo que según parece sucede más en niveles bajos e intermedios.
Tal es la importancia de estos factores que incluso Bertuzzi y col. (2007) los situaron en una escala superior en su estudio sobre la contribución predominante de las vías energéticas en escalada, dado que la aplicación de una mayor fuerza puntual y/o sistemática derivada de una peor eficiencia escalando (por malas colocaciones, ritmo ineficaz, etc.) supondrían un gasto energético superior con una mayor incidencia sobre las vías de restitución de ATPs menos eficaces (anaeróbicas); en este sentido, cada vez surgen más estudios multivariantes que se hacen eco de esta realidad y tratan de dar explicar qué parte del rendimiento se justifica más por cada uno de los diferentes factores (físicos, técnicos y mentales), como el de Magiera y col.(2013), quienes sugieren un reparto equitativo (sobre el 33%) entre los mismos.
Mar escalando perfecto para exprimir su potencial físico en
Mind control. Foto Carlos Perez (mar-alvarez.blogspot.com)
Sea como fuere, esta evidencia de cómo los factores de la eficiencia interfieren en el rendimiento, que hoy por hoy cuenta con una base científica, no hace sino reforzar la idea que ya se tenía de que son el medio para el fin, esto es, que sin un desarrollo potenciado de todos ellos (el medio) de nada servirá la mayor mejora posible de los factores físicos que permitirían expresar el mejor rendimiento posible (el fin), dicho lo cual, la pescadilla se muerde la cola de nuevo y se vuelve al punto de partida: - “pero…, ¿cómo saber si se escala lo más perfecto posible?” -, esto es, ¿cómo saber si se escala del modo más eficiente posible (técnica, táctica y mentalmente) para poder manifestar sobre la vía que se intenta el máximo potencial físico que se posee?
Si se cuenta con la grandísima suerte de ser acompañados por un escalador amable y más experto (aunque no necesariamente de mayor nivel), o de un entrenador de la técnica (más extendido en otros países), es muy posible que pueda descubrir aspectos deficientes en la propia escalada en base a la observación de determinados elementos, léase: la fluidez observable en la escalada (como armonía en el enlace de los gestos), el ritmo que se lleva en las secciones de la vía (aquí la percepción será muy vaga si no se cronometra), la forma en que se inician los movimientos (desde qué parte del cuerpo), el uso indiscriminado de gestos o movimientos inútiles (tics, gestos repetitivos…), la resolución óptima de las distintas secuencias (si ya conoce la vía) y el ritmo respiratorio (de donde se puede extraer mucha información sobre el grado del esfuerzo en las distintas secciones, la concentración del escalador y/o el nivel de ansiedad que manifiesta…).
Más allá de lo anterior y siempre “desde fuera”, es posible que el uso del video permita un análisis más detallado de lo sucedido, no sólo por la posibilidad de revisarlo cuantas veces se quiera, sino por el campo que abre al análisis profundo sobre el esfuerzo realizado (ver ejemplo en próxima entrada: ¿La escalada perfecta?, parte I y parte II).

En los intentos al ensayo, las decisiones se reducen a la mínima expresión y las posibilidades de fluir en la vía se multiplican
A todo este conjunto de observaciones externas habrá que sumarle algo muy valioso y que es, en definitiva, lo que dará las claves reales para saber qué falla y sobre “dónde” trabajar para mejorar: la percepción individual interna que se tiene escalando, es decir, la capacidad de autoanálisis o el grado de conciencia que se tiene sobre lo que se realiza, lo que incluye atender hacia aspectos cómo: cuánta fuerza se está realizando en cada agarre de la vía (los escaladores en general (Danion, 2008) y sobre todo aquellos con más experiencia y nivel (Fuss y col., 2012) son capaces de realizar un agarre más eficiente por un mayor desarrollo de esta capacidad), cuánta fuerza se está realizando con el resto del cuerpo en cada instante (cuántas veces se ha sido consciente de que se está escalando de puntillas, o de que se llevan los brazos flexionados todo el tiempo…) y, sobre todo, hacia qué se está prestando atención en cada momento de la ascensión (y aquí está la clave de todo, la puerta hacia el universo personal de cada cual o el inicio de la introspección que cada uno deberá llevar a cabo para descubrir los motivos últimos que hacen que su atención no esté enfocada sobre lo verdaderamente útil en cada instante de la escalada: estar realizando cada gesto y agarre con la menor fuerza y mayor fluidez posibles, al tiempo que se va anticipando – sin dejar de respirar – lo que viene a continuación con mayor o menor “longitud de miras” en función de si el intento es a vista o al ensayo). Prestar atención a la distancia entre seguros (cuando ya debería haberse estudiado este elemento y los riesgos potenciales desde el suelo o desde algún reposo en la vía), hacia la gente que está en el sector, la cadena (y sus ¿“consecuencias”?), etc…, es el principio del fin en el terreno de la eficiencia en escalada y, por tanto, de la reducción de las posibilidades de éxito en la misma.